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Una historia de fe

24 de noviembre de 2017
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A veces soñamos demasiado y queremos las cosas a nuestra manera. Pero todo tiene una razón de ser, todo tiene su tiempo. 

El día que dejé de llorar y pedir por este gran sueño lo deje en manos de Dios. Le dije: "que se haga tu voluntad y no la mía, y yo la voy a aceptar sea cual fuera". Y las cosas se dieron. Ahora recuerdo los años que viví muy lejos y pienso que así debió ser, en aquel momento no lo veía así. Residir en otros países no fue fácil, nada fácil, y yo en mi ignorancia creía que tener hijos allá iba a ser de lo más normal. Pero Dios con su sabia paciencia me preparo el camino. 

La llegada de mis dos estrellitas no pudo ser en un tiempo mejor. Tuve los mejores doctores, tuve la ayuda y el amor de mis padres, la compañía incondicional de mi esposo, la comprensión de tantos amigos. Por eso agradezco todos los días a mi Dios que nunca me abandonó, nunca. 

Tardaron, costaron, pero llegaron y ¡hoy soy la mamá mas feliz del mundo! No haya que perder las esperanzas, no hay que perder la fe. El siempre esta con nosotros. Somos nosotros los que no sabemos escuchar, no sabemos esperar. Pongamos todas nuestras vidas en sus manos y él hará maravillas en nosotros. 

"No se inquieten por nada; mas bien en toda ocasión con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y La Paz De Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús." Filipenses 4:6-7. 


M. Altamirano